
La mirada desconcertada de los habitantes de las ciudades más afectadas de esta larga y angosta faja de tierra, llamada Chile, cuna de grandes predicadores, literarios, músicos y deportistas, con una historia de catástrofes naturales sin precedentes, digna de entrar a los records Guiness. Estaba compenetrada en un montón de escombros dejados por el tsunami sin poder creer lo que estaba sucediendo. En la mañana de ese 27 de febrero, era imposible reconocer donde estaba tu casa, tus posiciones, las velas, la linterna, etc. lo primordial en ese momento era, el estado de tus seres queridos, aquellos que se habían ido a costar tranquilos algunas horas antes.
Todo era confusión, llanto, era una imagen lúgubre, parecía la película, “Un día Después de Mañana”, o la versión original del maremoto del National Geografic en Valparaíso. Los automóviles flotaban, las embarcaciones a 300 metros de la playa encima de casas y casas encima de otras casas. Cuando amanecía, después de la última ola de aproximadamente 10 metros, que termino por llevarse todo lo que quedaba, algunos osados habitantes del litoral, bajaban donde supuestamente estaban sus casas, en busca de algo o de alguien.
El amanecer era diferente, la luz del sol revelaba los rostros pálidos de los que estaban a salvo en las parte más elevadas de los cerros y además dejaba al descubierto las vestimentas con las cuales nunca saldrías a un día de picnic, ni mucho menos a una reunión de amigos. También dejaba al descubierto las consecuencias del látigo furioso de la creación, con el cual habían sido azotados brutalmente. El frio calaba la piel casi al desnudo de algunos que habían salido con lo puesto para dormir tranquilamente, pero de repente fueron despertados en medio de una guerra subterránea, que les recordaba lo frágiles e indefensos que son los hombres, inclusive dentro de sus propias casas.
El mar se había cobrado con intereses todos los años que pescadores y empresarios del turismo habían lucrado junto a este mar que tranquilo te baña, como dice el himno nacional, que en ese momento se había enfurecido al extremo de llevárselo todo. Cientos de testimonios de habitantes desconcertados miraban las ruinas que sepultaban sus historias y años de trabajo y esfuerzo.
Las pérdidas materiales se pueden cuantificar en millones de dólares, pero las humanas, las que se llevo el mar, las que fueron aplastadas en un derrumbe, la vida de un ciudadano que murió de un infarto al corazón por causa de una falsa alarma de un mal nacido en medio de un supermercado, o aquella vida de un hombre de unos 45 años que murió a golpizas en manos de los infantes de marina por estar fuera del toque de queda, o las seis personas que murieron al caer el avión Piper en el que iban, con ayuda a los damnificados del terremoto. Esas vidas no se recuperan por políticas de estado, o por la ayuda bien intencionada de alguna ONG.
Unas horas antes, miles de chilenos cantaban al son de un romántico guatemalteco, en uno de los peores festivales de la canción de la historia de nuestro país, que pareciera que ni aun a la tierra le agrado, impidiéndolo continuar. Después de eso seguramente muchos chilenos se durmieron con la canción de la señora de las cuatro décadas, para despertar después de 45 minutos, clamando misericordia a Dios, con la última composición de la naturaleza en un tono 8.8 richter, no para reclamar la gaviota de oro, sino para alertar y decir con gran estruendo, vuélvanse al creador.
Fuimos junto a los pastores CARLOS, Francisco y al hermano Benjamín a las zonas más afectadas, con la ayuda que recolectamos de nuestros hermanos. Teníamos solo la información de los medios de comunicación formales e informales, ya que hoy, cualquiera con una cámara fotográfica o un buen celular se convierte en reportero. Conseguimos distinguir entre las ciudades afectadas una nueva modalidad de turismo, que la denominamos, “morbo turismo”, son aquellas personas que les encanta sacarse fotos en las casas derrumbadas de otros, por la módica suma de unos cuantos kilos de alimento no perecibles o alguna ropa usada. Y peor que esto, nos deparamos con empresas emergentes de entrega de alimento a domicilio, en estas nuevas formas de ganarse la vida, están los indolentes que se aprovechan de las catástrofes para pedir ayuda y después venderla a precios que ni el más caro de los supermercados las vendería. Esos mismos son los que reclaman las alzas de los preciosos en los productos de primera necesidad en tiempos de quietud.
Nuestros hermanos partieron de Santiago a las 14:00 hrs y nos encontramos en Rancagua para juntar la ayuda que habíamos recolectado, saliendo a las 15:00 hrs en dirección a encontrarnos con los más necesitados. Nos metimos por San Fernando, pasando por Santa Cruz, Peralillo, Bucalemo, Boyeruca, La Garza, Vichuquen, La Pesca, terminando a la 21:30 hrs del día 10 de marzo en Iloca. No es lo mismo ver las imágenes por televisión, aunque tengas una LCD de 42 pulgadas, que estar en el lugar de los hechos, si te conmueven los testimonios que se han oído una y otra vez, mucho más impactante es verlo con los propios ojos y oír de primera mano los testimonios con tus propios oídos, es chocante.
Nos sentamos con una familia que vivía del turismo en la localidad de La Pesca, al lado de Iloca. Ella, una hermana que se congregaba en la única iglesia evangélica del sector, que providencialmente no se cayó, a pesar que es una de las edificaciones que estaba más próxima a la orilla del mar. Nos sirvió café y tostó algunos panes de molde, acompañándolo con un rico tomate picado y un recuento con lujo de detalles de lo vivido aquella noche de horror y de cómo se salvaron ella, su esposo, sus dos hijas y su único hijo varón. Levantamos juntos una oración a Dios en gratitud por habernos librado de la furia terrestre y marítima. Y se me venía a la memoria lo dicho por nuestro Señor Jesucristo en Mateo 24 – principio de dolores – esto no es más que el principio de lo que ha de venir a la tierra.
Después de un sentido abrazo con la hermana y su esposo, a las 22:30 horas del 10 de marzo le dimos un último adiós a La Pesca, a Iloca y a sus alrededores, para retornar a nuestras casas en Rancagua y Santiago, con la imagen de devastación en nuestra memoria y con unas fotografías que podían registrar hasta el polvo que levanto el movimiento telúrico. Y a medida que avanzábamos en nuestro retorno a casa, haciendo driblen en las carreteras sacudidas y agrietadas, pensábamos que la pesadilla había terminado.
Pero no, algo más nos deparaba la divina providencia a través de la corteza terrestre, tres sismos de entre 6.0 a 6.9 en menos de 30 minutos, entre las 11:39 am y las 12:06 pm del 11 de marzo, justo en el cambio de la banda presidencial. Con su epicentro en la VI Región del Libertador Bernardo O´Higgins, con alerta preventiva de tsunami, entre la IV y la X región, que se extendió hasta la ciudad de Iquique, en el norte grande de Chile. Parece que somos duros de entender, pero el profeta Isaías nos hace memoria de las formas del actuar divino (26:9b) “…porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.”
Después de todo esto, hay una pregunta en el inconsciente colectivo que busca una respuesta clara, una respuesta divina, a pesar que esta búsqueda se intensifico después del impacto natural, ya que no podemos desmentir que antes del terremoto el más aclamado fue Arjona, pero después del terremoto, fue el mismísimo Dios. Pero él no merece doble antorcha y una gaviota de oro, nuestro Dios merece toda la gloria, la honra y el poder por los siglos de los siglos, amen. La pregunta en boga es, ¿Envió Dios el terremoto?
El mismo sábado del terremoto en la mañana fui a la feria y el casero que me atendió me comenzó a contar con su español coloquial, mientras me echaba algunas frutas en la típica bolsita plástica y entre risas y desconcierto me decía, “una señora en mi barrio comenzó a gritar, manda mas Señor, mueve la tierra para que estos pecadores se arrepientan” y continuo diciéndome, “casi linchamo` a la vieja, e` una vecina evangélica que tenemo`”, a lo cual respondí con toda mi diplomacia y sarcasmo característico, “yo también soy evangélico y además, pastor”, saco los ojos de la fruta y me miro sin saber que decir, yo di una sonrisa y agregué, “pero estoy orando por mis vecinos para que Dios tenga misericordia y nos de tranquilidad”.
Una suerte de profetismo y mesianismo afloran después de acontecimientos como este. Algunos salieron diciendo que Dios les habían mostrado antes que vendría un terremoto, pero nada dijeron, en ese caso es mejor ni contar que sabían, o arrepentirse de no prevenir al pueblo con lo que Dios les había mostrado, como dice en Ezequiel 3:17, 18, 20; "Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte al malvado: Estás condenado a muerte. Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.
Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago caer y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.”
Pero otros, como hemos sabido recibieron tal mensaje de Dios y valientemente lo anunciaron en prejuicio de sus propias vidas, los tildaron y acusaron de alarmistas y sensacionalistas. En cambio, si tú se lo adviertes, y él no se arrepiente de su maldad ni de su mala conducta, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás salvado tu vida… Pero si tú le adviertes al justo que no peque, y en efecto él no peca, él seguirá viviendo porque hizo caso de tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida. (Ez 3:19, 21).
Durante 6.000 años de vida humana aproximadamente no hemos podido mejorar nada y aunque tuviéramos la oportunidad de tener 6.000 años más para administrar la tierra, no la podríamos mejorar, ya que la naturaleza humana es mala. Por esta razón necesita de un salvador y su nombre es Jesucristo, 100% hombre y 100% Dios. ¿Porque a la raza humana le encanta echarle la culpa a Dios de todas las cosas que suceden en la tierra? Recordemos que el príncipe de este mundo, según lo que dijo Jesús, es el adversario (Satanás).
Dios no tiene culpa de la corrupción del estado que no fiscalizo la calidad de los edificios construidos, ni menos de la perversión de algunas constructoras, que para tener mayor lucro, usan menos material y de baja calidad, y fue justamente por esta razón que muchos murieron, ya que los terremotos no matan a nadie. Dios no tuvo nada que ver con la negligencia de la ONEMI y el SHOA, negligencia que diezmo muchas vidas.
Dice su palabra que Dios creó al hombre perfecto y mas encima lo bendijo, pero este se rebeló y peco contra su creador, entonces el Padre Eterno declara, “…maldita será la tierra por tu causa.” (Gn 3:17). La causa de la maldición sobre la tierra no es exactamente nuestro Dios, sino mas bien el hombre, por esta razón dice “…por tu causa.” El libro del Génesis nos recuerda que todo lo que salió de la mano creadora de Dios es bueno en gran manera. Por eso la promesa de restaurar el plan original, de un lugar sin dolor, llanto, tristeza y cualquier tipo de agonía. Romanos 8:20-22 nos recuerda que la propia tierra está sujeta a esclavitud o vanidad, y que gime con dolores de parto.
La muerte entró en el mundo por causa del pecado, y aún la tierra misma recibió el impacto de esa rebelión. “El perfecto equilibrio simbiótico de los elementos creados quedó trastornado… y dislocado” (Alan Dunn).
O como dice Erwin Lutzer: “La creación llegó a ser una víctima impersonal de la decisión personal que tomó Adán al rebelarse. La naturaleza está maldita porque el hombre está maldito; el mal natural… es por consiguiente un reflejo del mal moral porque ambos son salvajes, crueles y perjudiciales”. Las catástrofes naturales que nos aterrorizan, son un fiel reflejo de lo terrible que es el pecado y la rebelión contra Dios.
Algunos dijeron que el terremoto en Haití lo había enviado Dios, porque el pueblo estaba entregado al vudú y a la idolatría, cuando fue el terremoto del norte de nuestro país, se dijo lo mismo, y así sucesivamente. Esto ha dado causa para que muchos coloquen a Dios en el banquillo de los acusados y conviertan al salvador en condenado. Pregunto yo, si por causa del vudú, Dios le envió un terremoto a Haití, ¿cuál es la razón por la cual nos ha enviado a nosotros los chilenos, un terremoto grado 8,8? En ese razonamiento, nosotros estamos peor que nuestros amigos haitianos, ya que el terremoto de ellos fue 7,3.
Pero estoy seguro que ni Pedro de Valdivia, ni Diego de Almagro, ni una treintena de descubridores y conquistadores sabían siquiera que existían la placa de nazca y la sudamericana. Edificamos un país en un lugar de grandes riesgos naturales, donde esta entonces la culpa del Padre eterno, que nos ha estado hablando desde mucho tiempo y no lo queremos escuchar.
¿Por qué razón no le envió un terremoto a los nazis, que exterminaron tantos judíos en la segunda guerra mundial? O ¿Por qué razón se destruyeron más Iglesias Evangélicas que Casinos con el huracán Katrina? Y ¿Por qué algunos dictadores viven más que muchos de nuestros misioneros que han donado sus vidas para el servicio cristiano?
El gran problema es que nosotros relacionamos las desgracias con el pecado y el bienestar con la bendición de Dios, ese mismo pensamiento estaba arraigado en los judíos de todos los tiempos, si hasta los amigos de Job le imputaban todo ese mal que le había sobrevenido por causa del pecado (Job 4:7; 8:20; 11:6; Juan 9:2). Hay un buen ejemplo de eso en el Nuevo Testamento, Lucas 13:1-5, nos relata la historia de unos galileos que venían al sacrificio a Jerusalén y Pilatos los mando a matar y que inclusive la sangre de ellos se mesclo con la sangre del sacrificio. Jesús pregunta, "¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás?”, Jesús responde, no, y a menos que se arrepientan todos van a morir igualmente. O aquellos 18 que murieron cuando cayó una torre encima de ellos en Siloé, eran más pecadores que todos los que vivían en Jerusalén. Claro que no.
Donald Carson nos habla de tres cosas importantes con respecto a la enseñanza del Señor en este pasaje:
1. Jesús no señala que aquellos que sufrieron bajo Pilato, o los que murieron cuando se derrumbó la torre, no merecieran su destino.
2. Jesús insiste que la muerte por esos medios no es evidencia de que los que sufrieron de ese modo fueran más malvados que los que escaparon a semejante destino.
3. Jesús considera las guerras y los desastres naturales… como incentivos al arrepentimiento.
No debemos olvidar que el mundo entero está bajo el maligno como dice en la primera carta de Juan 5:19, y que la clasificación de pecados es nuestra y no de Dios. Claramente nos habla en Lucas 13:1-5, que si no nos arrepentimos moriremos igualmente, aunque no practiquemos el vudú. Podríamos preguntar como Jesús; “¿los que murieron con el terremoto pasado, eran mas pecadores que todos los chilenos que escaparon con vida?”, claro que no, y si no nos arrepentimos moriremos igualmente. Claramente Dios no necesita un terremoto para llevarnos. Lo que nos detiene en esta tierra a los cristianos es su propósito, ese propósito especifico con las vidas de aquellos que se han entregado a él.
No debemos pensar que los argentinos, bolivianos y peruanos son mejores que los chilenos, por causa que no han sufrido una catástrofe natural como la que hemos vivido nosotros. Recordemos que Dios no estaba en el terremoto, en ninguna parte dice que Dios nos envía un terremoto. En Mateo 24 se refiere a los terremotos con la palabra, “habrá” y no con la palabra, “enviare”. Los terremotos en algunas oportunidades son efectos de un movimiento divino.
Debemos estar apercibidos sobre las catástrofes naturales, ya que para una cosa sirven, y esto es, para llevarnos al arrepentimiento y acercarnos a Dios el Padre.
Dios les bendiga
Álvaro Retes
Pastor Iglesia Cristiana La Roca
Rancagua – Chile
1 comentario:
Pastor:
Bastante razón tiene en su exposición.
Quizás quisiera leer un post que subí hoy día.
Escribir es un arte precioso dado para la goria del que vive.
Sea bendecido y guardado por Su Gracia eterna
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